Pasivos ambientales: un futuro incierto
El concepto de pasivo ambiental se ha ido construyendo a partir de situaciones donde hubo daños ocasionados por la actividad industrial, la explotación, extracción, apropiación y otros usos de recursos naturales, que al no ser remediados pueden afectar los ecosistemas, salud y calidad de vida de los seres humanos, incurriendo en un gasto a cargo de una persona física o jurídica, sobre el área mencionada (Rodríguez López et al., 2015).
Minería
El concepto de Pasivos Ambientales Mineros (PAM) consiste en un área donde existe la necesidad de restauración, mitigación o compensación por un daño ambiental o impacto no gestionado, producido por actividades mineras inactivas o abandonadas que ponen en riesgo la salud, calidad de vida o bienes públicos o privados (Arango Aramburu et al., 2012).
Entre los impactos ambientales más frecuentes de las minas abandonadas están: paisajes físicamente alterados, pilas de desechos, subsidencia, combustión espontánea de desechos de carbón, contaminación del agua, edificios y plantas abandonados, pérdida de vegetación, pozos abiertos (open shafts) y huecos. Además, fuentes de contaminación para el suelo y aguas superficiales y subterráneas. Como resultado, las minas abandonadas son inhóspitas para la vida silvestre y muchas especies no regresan a estas áreas.
Hidrocarburos
La existencia de sitios contaminados ya sea por diferentes tipos de residuos, metales pesados, a causa de fábricas abandonadas, procesos de industrialización y urbanización, etc., sin ningún tipo de remediación o mitigación, se convierten en riesgos para la vida y la salud de los habitantes cercanos a dichas zonas y a largo plazo para toda la sociedad (Rodríguez López et al., 2015).
En Argentina los pasivos y daños ambientales son debido a la existencia de pozos abandonados, cursos de agua y tierras contaminadas por derrames de crudo, piletas mal saneadas, entre otros, provocando daño a la salud de los pobladores, pérdida de áreas de cultivo y pastoreo y la violación a derechos de los pueblos indígenas, cuyos territorios han sido ocupados. La empresa Repsol dejo cerca de 13.000 pozos inactivos, de los cuales 8.000 se encontraban en estado de abandono. Esto equivaldría a más de 100 mil hectáreas improductivas. Asimismo, el 95% de las piletas vinculadas a los yacimientos inspeccionados habían sido mal saneadas.
Por otro lado, la empresa YPF, tiene 347 pasivos ambientales en 13 áreas petroleras mendocinas. La firma no ha saldado su deuda para la remediación de los mismos.
Conclusión
Esta controversia entre los intereses económicos y los de preservación y conservación del ecosistema parece irresoluble. El reto es llegar a un escenario de conciliación y sustentabilidad, que garantice los ánimos de bienestar social y ecológico, así como de crecimiento económico. Este proceso será largo siempre y cuando las empresas concesionarias no respeten las leyes vigentes y no haya entes reguladores que reporten la actividad de las mismas. A pesar de tener un país inmensamente rico en recursos como la minería y los hidrocarburos, parece no importarnos cumplir con la etapa de remediación luego de la actividad realizada ni en hacer cumplir tampoco a los responsables. Espero que en un futuro se tenga en cuenta esta problemática y que podamos seguir aprovechando de nuestros valiosos recursos energéticos sin perjudicar nuestra sociedad por falta de estudio y control de las actividades que se realizan.
Tomás Beretta
Alumno de la Lic. en Gestión Ambiental (UBP)